septiembre 24, 2024 Erotismo de autor, Internet y vida virtual
Todo hombre miente.
Pero dale una máscara y será sincero.
Virtual, erotismo y enamoramiento

La sociedad virtual actual se caracteriza por un cambio radical en el concepto de intimidad, que ha pasado de ser una dimensión privada y secreta a ser una dimensión pública, donde se exhibe sin pudor y por la imperante necesidad de aparentar más que de ser.
Es en este ámbito donde más han cambiado las relaciones afectivas, amorosas y sexuales, adaptándose a los nuevos espacios y tiempos.
Y, desde luego, no es casualidad que en la red existan infinidad de realidades alternativas que ahora tienen lo simbólico, donde cualquiera puede dar vida a todas aquellas pulsiones y deseos que difícilmente podría expresar conscientemente en su existencia cotidiana normal.
Una vida a menudo llena de problemas tangibles que, antes de la llegada del ordenador, se diluían de otras maneras, leyendo un libro o encendiendo el televisor, pero que hoy pueden sublimarse mediante la participación activa en una historia de la que cualquiera es, al mismo tiempo, director y protagonista.
Hombres y mujeres de todas las edades, clases sociales y niveles culturales se adentran en estos espacios virtuales y crean lo que se denomina un «falso yo», es decir, una especie de máscara cuyo cometido es ocultar y proteger el verdadero yo, donde se esconde el núcleo más profundo y frágil de la personalidad.
Pero estos mundos paralelos, además de ser lugares de confidencias entre amigos, son también centros de amoríos y erotismo.
Internet, al fin y al cabo, no es más que un gran contenedor en el que se puede encontrar respuesta a todo tipo de necesidades, desde las más fútiles y extravagantes hasta las exigencias primarias, como la búsqueda de una relación romántica o sexual.
De hecho, son muchas las personas que se conocen, cortejan y enamoran, y encuentran extremadamente excitante y transgresor coquetear con perfectos desconocidos a los que nunca antes habían visto y cuyas fotos, por lo general, no son muy auténticas, y cuyos perfiles, comúnmente marcados por un falso yo, alardean sin pudor de deseos desenfrenados y fantasías eróticas desvergonzadas.
Así, la cotidianidad afectiva y, sobre todo, sexual con una pareja de carne y hueso, con estados de ánimo, olores, pero también estados de ánimo inseparables de un ser humano real y concreto, se vive con mucho más cansancio, monotonía e incluso aburrimiento, porque aunque en esta nueva forma de comunicación el cuerpo es el gran ausente, ya que se utiliza para el placer sexual momentáneo divorciado de los sentimientos, la virtualidad es capaz de propiciar situaciones especiales de gran impacto visual y erótico.
Se trata de una atmósfera mágica caracterizada por imágenes y mensajes que guiñan, aluden y provocan sin que el contacto físico sea posible.
Elementos que, paradójicamente, tienen el poder de aumentar el deseo, despertar fantasías eróticas nunca antes experimentadas y abrir nuevos horizontes en los que la despreocupación sexual, la potenciación de todas las formas de seducción, la curiosidad y un estado de excitación mental y emocional cobran especial importancia.
Después de todo, no es ningún misterio que el erotismo se basa sobre todo en lo que se imagina y no en lo que se muestra.
La seducción se basa en la insinuación, no en la exhibición, y un vestido holgado hace soñar con unas piernas bonitas más que una minifalda que las muestre.
Además, mientras que en el siglo XIX hasta los tobillos se erotizaban, desencadenando innumerables fantasías, hoy en día todo está tan expuesto que ya no queda espacio libre para la fantasía, salvo la relacionada, precisamente, con la imaginación de algo que es mejor dejar completamente oculto.
Durante mi frecuentación de estos mundos «alternativos», más de una vez me he encontrado recogiendo las confesiones de personas traicionadas o abandonadas por amantes inexistentes, tal vez nunca vistos ni oídos fuera de la virtualidad. Son hombres y mujeres que, con su apariencia absolutamente etérea que favorece un proceso proyectivo inmediato, acentúan esta extraña forma de deseo y enamoramiento. Pero, mientras todo permanezca confinado a la esfera onírica de la virtualidad, no existe ningún peligro real de desengaño.
El verdadero problema, más bien, solo puede manifestarse cuando cierto enamoramiento sobrevive a la inmediatez del momento y se transporta a lo real.
En este caso, las repercusiones pueden ser realmente devastadoras.
El paso de lo virtual a lo real puede minar profundamente una excitación nacida de un proceso mental basado en la concreción de una fantasía, incapaz así de hacer frente a cualquier decepción.
Si lo imaginado fuera mínimamente distinto de lo revelado, el deseo erótico desaparecería en proporción directa a cómo se hubiera manifestado.