enero 14, 2025 Erotismo de autor
Cada vez se dedica menos tiempo y atención a lo que realmente debería importar.
Una tendencia a la baja inexorable
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Parece que en Italia se practica cada vez menos el amor.
Es decir, para decirlo más directamente, los italianos tienen muy poco sexo, muy por debajo de la media mundial.
Esta tendencia se viene manteniendo desde hace al menos treinta años.
Por otra parte, no me sorprende en absoluto, porque sé perfectamente por qué : no es ni el trabajo ni el estrés, sino Internet, que evidentemente ha cambiado de manera significativa no solo la forma en que las personas se comunican entre sí, sino también la forma en que pasamos nuestro tiempo libre.
En los años 80, Internet era completamente desconocido e incluso en 1990 se utilizaba poco.
Solo a partir del año 2000 empezó a extenderse exponencialmente y hoy en día hay quien dedica prácticamente todo su tiempo libre a navegar por la red.
Incluso hay quienes se han construido una auténtica segunda vida en la red, que consideran real y que viven como si fuera su única existencia posible.
Ya es un hecho que Internet ha reducido la «vida real», hasta el punto de que es casi normal que la gente acepte tener mucho menos tiempo para dedicar a los llamados placeres «naturales».
A la cantidad de tiempo que se pasa en Internet hay que añadir el necesario para dormir, trabajar, disfrutar de aficiones, hacer deporte y comer.
La necesidad cada vez mayor de restar tiempo a las actividades «naturales» en aras de la productividad ya ha transformado, por ejemplo, los hábitos alimentarios, introduciendo en nuestras rutinas diarias la comida rápida, la comida para llevar y otras conductas en las que la comida, entendida como placer, ha ido desapareciendo progresivamente.
No es de extrañar, por tanto, que este implacable proceso de «robotización» (¿o quizás sería más correcto hablar de transhumanismo?) elimine casi por completo la posibilidad (y quizás incluso el deseo) de hacer el amor, ofreciendo sustitutos como los ya existentes.
Son situaciones que pueden provocar «orgasmos», pero que dejan el mismo sabor de boca que un Big Mac comparado con un filete cocinado a la barbacoa.
Llegados a este punto, uno diría que hay que renunciar a todo : ordenadores, teléfonos móviles, Playstations y, en general, a todo aquello que nos va quitando cada vez más tiempo de vida real para sustituirlo por una fría virtualidad.
Deberíamos recuperar por fin los placeres que nos ofrece la vida y desechar la tecnología utilizada no tanto para facilitarnos la existencia, sino como un «vicio», como una droga adictiva.
Quizá la razón por la que cada vez hacemos menos el amor es que cada vez dedicamos menos tiempo y atención a lo que realmente debería importar en la vida, anteponiendo lo artificial a lo que la naturaleza nos ha dado para ser felices.
A menudo acabamos degradando no solo el acto físico, sino también lo que antes se llamaban sentimientos, que hoy adoptan cada vez más la forma de frías palabras escritas en el teclado de un ordenador o un teléfono móvil.
Se trata de una tendencia inexorable a la baja que ya es imposible de invertir.