octubre 29, 2024 Historia oculta, Libros
Imparte lecciones de la vida real a los lectores.
Un hombre. Una obra destinada a permanecer indeleble en el tiempo
«Siempre fui y soy un luchador que lucha por una Grecia mejor, por un mañana mejor, por una sociedad, en definitiva, que crea en el ser humano.
Si estoy aquí es porque creo en el hombre.Y creer en el hombre significa creer en su libertad.
Libertad de pensamiento, de expresión, de crítica, de oposición : todo lo que el golpe fascista de Papadopulos eliminó…»«…No amo la violencia.
La detesto.Ni siquiera me gusta el asesinato político.
Cuando ocurre en un país donde hay un parlamento libre y se da a los ciudadanos la libertad de expresarse, de oponerse, de pensar diferente, lo condeno con repugnancia y rabia.Pero cuando un gobierno se impone con violencia e impide a los ciudadanos expresarse, oponerse e, incluso, pensar, entonces recurrir a la violencia es una necesidad.
De hecho, es un imperativo.Jesucristo y Gandhi lo explicarían mejor que yo.
No hay otro camino y el hecho de que yo no lo haya conseguido no importa.Otros me seguirán.
Y lo conseguirán.Prepárense y tiemblen…»
«…Acepto esta frase desde ahora.
Porque el canto del cisne de un verdadero luchador es el grito ahogado que emite cuando es alcanzado por el pelotón de fusilamiento de una tiranía».
Estos son algunos fragmentos de la disculpa de Alekos Panagulis en el simulacro de juicio al que fue sometido tras atentar contra la vida de Georgios Papadopulos, el tirano que lideraba el régimen de los coroneles en Grecia a principios de los años setenta.
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En 1979, la temporada editorial fue monopolizada por Oriana Fallaci.
La periodista florentina había vuelto a escribir tras cuatro años de silencio y se presentaba tras el éxito de «Lettera a un bambino mai nato», el libro que durante dos años consecutivos (1975 y 1976) fue el más vendido de Italia y que la consagró definitivamente a nivel internacional, hasta el punto de obtener nada menos que veintiuna traducciones, lo que en aquel momento suponía un récord para una escritora italiana.
Miles de lectores, pues, en aquel caluroso verano de 1979, estaban en espasmódica expectación.
La editorial Rizzoli, tras las innumerables y agotadoras correcciones de la escritora, consiguió finalmente imprimir los esperados ejemplares de la nueva obra de Fallaci a mediados de julio.
En pocas semanas, «Un hombre» alcanzó los doscientos mil ejemplares, indicio indiscutible de la aprobación del público.
Sin embargo, los ilustres críticos de la prensa nacional no ahorraron invectivas y ataques de todo tipo.
Gigantes como Montanelli y Bocca descalificaron el libro con superficial perfidia, y un periódico como «L’Unità» emprendió una vergonzosa campaña de odio.
Como desgraciadamente ocurre muy a menudo en Italia, a Fallaci nunca se le perdonó su extraordinario éxito.
Sin duda, sus «colegas» sentían una envidia visceral hacia una periodista que en aquella época gozaba de una notoriedad sin precedentes y, sobre todo, de una considerable cuenta bancaria.
Conviene recordar que Oriana Fallaci sigue siendo, con diferencia, la periodista italiana más conocida del mundo, y eso es algo que muchos nunca han digerido.
«Un hombre» es una obra que, independientemente de sus ventas, suscitó en su momento agrias polémicas y acaloradas disputas.
Representa una novela-verdad sobre Alekos Panagulis, protagonista de la resistencia griega contra el régimen de los coroneles.
Es una crónica veraz de hechos reales, el retrato de un hombre que pagó caro su sueño de libertad.
Panagulis fue su compañero, su amante, el único amor de su vida.
Maria Giovanna Maglie en su «Oriana. Incontri e passioni di una grande italiana», publicado por Mondadori, dedica tres capítulos a la turbulenta e intensa historia de amor entre Fallaci y Panagulis.
Una relación, escribe Maglie, entrecruzada de altibajos, pasiones perturbadoras y rupturas furiosas.
Personalmente, no dudo en definir «Un hombre» como el libro más dolorosamente íntimo de Oriana Fallaci.
En este libro, más que en ningún otro, mostró abiertamente su controvertida e inescrutable personalidad de mujer y de escritora.
Una novela que la propia Fallaci calificó, en una de las escasísimas entrevistas que concedió, de acto de deber, o más bien de redención literaria para rendir homenaje a la memoria de su amado Panagulis.
La escritora, conviene subrayarlo, conoció al símbolo de la resistencia griega en 1973, con ocasión de una entrevista que este accedió a concederle.
«Un hombre» es sin duda una novela política, o más bien sería mejor llamarla ideológica.
Está escrita como un cuento de hadas, es decir, sigue exactamente la estructura clásica de los cuentos de hadas.
Tiene un comienzo, un periodo de grandes pruebas, regreso al pueblo, desafío final, muerte y apoteosis.
Es decir, el atentado contra Papadopulos, la detención, la tortura, el juicio, la condena a muerte, el exilio, el regreso a casa tras la caída de la dictadura, la muerte y el gran funeral.
Alekos Panagulis, dijo la propia Fallaci en una entrevista, «era la sabiduría del poeta luchando contra molinos de viento.
Dolorosa, sí, pero al mismo tiempo estimulante y alegre como en Filón de Alejandría».
Un hombre» imparte verdaderas lecciones de vida a los lectores.
La biografía del símbolo de la resistencia griega es una lección para no resignarse, para no conformarse, para no someterse a los designios del poder, para no seguir siendo ovejas del rebaño, sino defensores conscientes y valientes de la propia libertad.
En mi opinión, Oriana Fallaci ha regalado a nuestro patrimonio literario una joya única, una obra destinada a permanecer imborrable en el tiempo por su calidad literaria y su contenido de denuncia civil.
Y quien pretenda sumergirse en el inolvidable océano de hombres e ideas de los años setenta no puede dejar de partir de la obra literaria que sancionó el final de aquella trágica década, «Un hombre» de Oriana Fallaci.