septiembre 24, 2024 Calentamiento global, Gran Reinicio
Esta élite tiene el poder de impedir un debate serio.
¿Transición alimentaria? Un paradigma ecologista equivocado
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El objetivo es expulsar de la tierra a la mayoría de los agricultores y promover una agenda que, por su propia estructura, está destinada a generar escasez de alimentos y a comprometer irreparablemente nuestra seguridad alimentaria
La actual élite dirigente está convencida de que puede hacer un trabajo mejor que la Madre Naturaleza modificando los alimentos y su núcleo genético mediante la biología sintética y la ingeniería genética.
Este plan también implica expulsar a los agricultores de sus tierras («granjas sin agricultores» manejadas por inteligencia artificial) y ocupar gran parte del campo con parques eólicos y paneles solares.
Aunque el problema del sistema alimentario mundial tenga que resolverse tarde o temprano, esta agenda distorsionada es simplemente una receta para la inseguridad alimentaria y, sobre todo, no ha recibido el respaldo de ningún país del mundo.
Desde los Países Bajos hasta la India, los agricultores salen a la calle a protestar.
A primera vista, todas estas manifestaciones tienen poco en común.
Sin embargo, sí lo tienen.
Los agricultores tienen cada vez más dificultades para sobrevivir, tanto por las políticas comerciales neoliberales que implican la importación de productos que socavan la producción nacional, reduciendo así sus beneficios, como por el recorte de las subvenciones públicas y la aplicación de políticas de carbono cero que fijan objetivos imposibles.
El objetivo es expulsar de la tierra a la mayoría de los agricultores y promover una agenda que, por su propia estructura, está destinada a generar escasez de alimentos y a comprometer irreparablemente nuestra seguridad alimentaria.
La Fundación Gates y el Foro Económico Mundial promueven esta agenda global de «agricultura de talla única», un proyecto en el que empresas como Bayer, Corteva, Syngenta y Cargill colaboran con Microsoft, Google y los grandes gigantes tecnológicos para facilitar la creación de granjas sin agricultores impulsadas por la IA, «alimentos» creados en laboratorios y una venta al por menor dominada por empresas como Amazon y Walmart.
Se trata de un cártel de propietarios de datos y plataformas de comercio electrónico que ya ocupan una posición dominante en la economía.
Esta Agenda es, de hecho, el resultado de un complejo económico digital, corporativo y financiero que quiere transformar y controlar todos los aspectos de la vida y el comportamiento humanos.
Se trata de un sistema que forma parte de una élite global autoritaria que coordina su agenda a escala mundial a través de las Naciones Unidas, el Foro Económico Mundial, la Organización Mundial del Comercio, el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y otras organizaciones supranacionales, incluyendo influyentes think tanks y fundaciones (como Gates y Rockefeller).
Su programa agroalimentario se denomina eufemísticamente «transición alimentaria».
Estas grandes corporaciones del agronegocio y las fundaciones «filantrópicas» se posicionan ante la opinión pública como «los salvadores de la humanidad» a través de sus ampliamente publicitados planes principales para «alimentar al mundo» con cultivos de «precisión» de alta tecnología, agricultura «basada en el análisis científico de la inteligencia artificial» y producción «verde» (sin emisiones), cuyo mantra es la «sostenibilidad».
La «transición alimentaria» también se complementa con la narrativa de la «emergencia climática», cuidadosamente preparada y propagandizada, y con una ideología de producción de emisiones cero vinculada a la agricultura y al comercio de carbono.
La «transición alimentaria» prevé aprisionar aún más a los agricultores (los pocos que seguirían en activo) en una agricultura controlada por las empresas que sirve a las necesidades del mercado de las corporaciones globales, los esquemas Ponzi relacionados con el comercio de carbono, los inversores institucionales y los especuladores que no tienen ninguna relación con la agricultura, y que consideran los productos alimentarios y las tierras de cultivo como mera especulación financiera.
Esta comercialización depredadora del campo se basa en premisas erróneas y en el alarmismo climático para legitimar el lanzamiento de tecnologías que supuestamente nos librarán a todos del colapso climático y de la catástrofe maltusiana.
En la sociedad en general, también vemos cómo se desalienta, censura y margina el cuestionamiento de las narrativas oficiales.
Una élite adinerada financia cada vez más la ciencia, determina qué debe estudiarse, cómo debe tratarse, cómo se deben difundir los resultados y cómo debe utilizarse la tecnología producida.
Esta élite tiene el poder de impedir un debate serio y, sobre todo, el poder de vilipendiar y censurar a quienes cuestionan la narrativa dominante.
Se considera que los problemas de la humanidad deben resolverse mediante la innovación técnica determinada por los plutócratas y el poder centralizado.
Esta mentalidad altanera (o directamente arrogante) es sintomática de un totalitarismo que pretende imponer a la humanidad una serie de tecnologías sin ningún control democrático.
Esto incluye vacunas autotransmisoras, ingeniería genética de plantas y humanos, alimentos sintéticos, geoingeniería y transhumanismo.
Un paradigma ecologizante equivocado que solo sirve para centralizar cada vez más el poder.
Ya sea, por ejemplo, la creación de patentes sobre formas de vida, el comercio de carbono, el refuerzo de la dependencia del mercado (corporativo) o las inversiones en tierras, sus políticas ecomodernistas sólo sirven de tapadera para generar y, sobre todo, acumular más riqueza, así como para consolidar su control sobre todo el planeta.
Por tanto, no debería sorprendernos que estas personas, que desprecian totalmente los principios democráticos (y, en consecuencia, a la gente corriente) crean que tienen algún derecho divino a socavar la seguridad alimentaria de todos, cerrar el debate y enriquecerse aún más con sus tecnologías y políticas, jugando con el futuro de la humanidad.