septiembre 25, 2024 Reflexiones de una hereje
¿Por qué es más fácil cambiar y adaptarse a todos los caminos sin elegir nunca ninguno?
Silencios para escuchar. Hacer inmortales las ideas
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A menudo puede parecer que no hay espacio suficiente para nuestros sueños, intereses, angustias y preocupaciones.
Cuatro paredes que nos envuelven y que, en ocasiones, parecen asfixiarnos.
Sin embargo, cada uno de nosotros sigue a menudo su propio camino sin darse nunca cuenta de dónde se encuentra exactamente.
Los que buscan atajos, los que no encuentran la salida.
Y los que se detienen sin saber la razón.
Agotados, desanimados, desencantados.
A veces sentimos que estamos solos.
Todos estamos perdidos en nuestros pensamientos, desconcertados por preguntas que no podemos responder, fútiles o esenciales.
Las calles son bulliciosas, las casas ruidosas.
El bullicio ahoga nuestras escasas ideas.
Y prevalecen sobre los silencios.
Silencios en los que cualquiera que sepa escuchar puede distinguir incluso el susurro del viento o el de la nieve al caer.
¿Qué pasaría si, en cambio, evitáramos apegarnos a la voz de nuestro corazón?
¿Cómo entenderíamos si nunca nos paráramos a mirar en nuestro interior si realmente hemos obtenido el resultado que deseábamos?
Reflexionamos, susurramos, discutimos, hablamos, criticamos…, pero ¿qué queda al final del día de nuestros pensamientos y palabras, pronunciadas en un susurro o en gritos, si no encontramos el tiempo para que calen?
¿Todo lo que somos se disolverá un día como la nieve al sol o se lo llevará el viento como el polvo?
Por cierto, ¿cuál es uno de mis mayores sueños?
El de hacer inmortales las ideas.
Luchar junto a todos aquellos que aún conservan valores para combatir una sociedad que pretende aniquilar a quienes no se ajustan a sus estrictas normas.
Invertir el curso de un conflicto que siempre ha beneficiado a los fuertes en detrimento de los débiles.
Los listos a costa de los ingenuos.
Los poderosos a costa de los impotentes.
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Y ganar esta guerra.
Como héroes.
Dando al planeta una esperanza a la que aferrarse.
Pequeños, ciertamente insignificantes comparados con los grandes acontecimientos de la historia, pero dejando nuestra huella.
Un grafiti en un muro, un grabado en una roca, un mensaje en una botella que entregamos al mar y que tal vez esté destinado a vagar o a perderse para siempre, pero que en el fondo esperamos que algún día alguien encuentre.
Este es mi sueño.
¿Por qué, entonces, correr tras el tiempo?
¿Por qué preocuparse?
¿Por qué afán por no perder el momento?
¿Por qué tenemos miedo de lo que podríamos encontrar si nos detuviéramos?
¿Por qué es más fácil cambiar y adaptarse a todos los caminos sin elegir nunca uno?
¿O por la comodidad de no tener que llevar equipaje o, peor aún, por costumbre?
Sin embargo, entre los temerarios e incluso entre los miedosos, todavía hay quien sabe saborear la atmósfera de un atardecer de verano o sentir la bruma de un amanecer de invierno.
Los que eligen caminos diferentes en los que se pueden escuchar los silencios durante mucho tiempo, en los que no se corre ni se agita, sino que se construye, se transforma y se mejora progresivamente.