Leones y gacelas. Realmente no hay nada que pueda enseñar más a la vida que la vida misma

noviembre 2, 2024 EcoAnemia

Antes de creer cualquier afirmación de forma fideísta, como si fuera un dogma religioso, es necesario comprobar su veracidad con cifras y gráficos, que son mucho más valiosos que las palabras, que probablemente solo sirven para hacer propaganda o para ocultar algo que no debe ser revelado.

«Veronica Baker»


Leones y gacelas. Realmente no hay nada que pueda enseñar más a la vida que la vida misma

Leones y gacelas
Leones y gacelas. Realmente no hay nada que pueda enseñar más a la vida que la vida misma…

Realmente no hay nada que pueda enseñar más a la vida que la vida misma.
Recuerdo un episodio, que ocurrió hace ya más de 20 años.

Un día, en un SIM, tuve la oportunidad de hablar con el gerente de una empresa muy importante del interior de Milán.
En un momento dado, me confesó con franqueza que «su» empresa quebraría en pocos días.

Mi respuesta fue inmediata : le pregunté si estaba preocupado.
Con absoluta tranquilidad, me contestó que no, sorprendiéndome mucho con sus palabras.

Al ver mis dudas, añadió que sabía muy bien que pronto quebraría y que por esa razón había «vaciado» literalmente la empresa, transfiriendo los beneficios a una cuenta en el extranjero.

Y añadió, con mal disimulada satisfacción, que era el «negocio de su vida».

Me quedé atónita.

En aquella época, yo era todavía muy ingenuo y pensaba que para hacer «negocios» era necesario hacer «funcionar» una empresa y no llevarla a la quiebra.

Seguía sin entender cómo funcionaba la Ecoanemia.

El director no se inmutó en absoluto, al contrario.

Me explicó, ilustrándome, que los intereses de quienes dirigen una empresa son completamente opuestos a los de quienes la poseen (los accionistas) : si un directivo quiere enriquecerse de verdad, no debe conformarse con una «mísera remuneración» como directivo.

Tiene que apuntar cada vez más alto, intentando conseguirlo todo, pero realmente todo, despojando a la empresa hasta de la ropa haciéndola quebrar, y obteniendo a cambio avalanchas de dinero depositadas después en una cuenta en el extranjero.

Cuando le pregunté cómo había conseguido engañar a los accionistas sin que se dieran cuenta de lo que tramaba, me contestó lo siguiente:

«Con gráficos y balances lo explicaba con mis propias palabras, omitiendo detalles importantes y confiando confiando en que nadie tendría ganas ni sería capaz de realizar una auditoría.
La gente es previsible, por eso es fácil engañarla».

Todo su discurso me recordó a leones mordiendo gacelas.

Las gacelas son predecibles.
Los leones conocen todos sus movimientos, dónde pastan, dónde beben y dónde crían.

Las gacelas, en cambio, no saben nada de los leones.

Por primera vez, en mi interior empecé a preguntarme si yo mismo era una gacela: por muy astuto que fuera, tarde o temprano correría el riesgo de ser mutilado por un león mucho más listo y rápido que yo.

A menos que hubiera aprendido sus técnicas de caza.
Eso nunca me habría permitido convertirme en una leona hecha y derecha : para ser capaz de mutilar, hay que tener garras y colmillos, cualidades que yo no tenía entonces (ni tengo ahora).

Pero al menos habría podido defenderme mejor, haciéndome menos previsible y dejando de pastar en los lugares donde suelen ir las otras gacelas.