Cuando se antepone el valor del dinero a una vida humana, significa que ya no hay respeto por la persona.
Solo importan los bienes materiales.
La decadencia avanza inexorablemente.
A estas alturas, como hemos visto inequívocamente en los dos últimos años, hemos superado con creces el punto de no retorno.
Pero, por desgracia, se trata de una tendencia a largo plazo.
Hace años ya empezábamos a ver los signos de lo que estamos viviendo ahora.
Humanidad violenta. Me entristece el aumento de la violencia…
Me entristece el aumento de la violencia.
Sobre todo, por la indiferencia que a menudo la acompaña.
La violencia se convierte a menudo en un espectáculo que fascina a cada vez más personas.
Y fascina a cada vez más «espectadores».
Hoy en día tendemos a espectacularizarlo todo en nombre de una superficialidad absoluta.
Los bufones se convierten en héroes.
Las colas para asistir a los juicios por los crímenes más atroces.
O los altos índices de audiencia de los programas de televisión en los que se relatan situaciones o hechos «poco comunes».
Acontecimientos que mucha gente considera imperdibles.
Solo morbo.
Un signo de los tiempos.
Mientras tanto, las personas que realmente sufren por la violencia que han padecido son apartadas y olvidadas.
Pero mi dolor no es nada comparado con la tristeza y el sufrimiento que tiene que pasar una víctima.
Quienes sobreviven a la violencia quedan marcados por ella para siempre.
