Enzo Tortora, un hombre de inmensa clase

octubre 7, 2024 Modo personajes historias comunes

Así nació la televisión de la verdad.

«Veronica Baker»


Enzo Tortora, un hombre de inmensa clase

Es imposible no recordar Portobello sin pensar en la historia personal de Enzo Tortora.

Nunca se podrá olvidar su rostro doliente la noche del 20 de febrero de 1987, la frase «Y bien, ¿dónde estábamos…?» y el posterior aplauso rugiente y emocionado del público?
Enzo Tortora se marchó poco después, destrozado no solo moralmente, sino también físicamente, tras su absurdo e injusto encarcelamiento.



En 1977, Enzo Tortora acababa de regresar a la RAI: su vuelta había sido muy deseada por el director de Rai Due, Massimo Fichera, que le había confiado, junto a Raffaella Carrà, la conducción de «Accendiamo la lampada».

El presentador genovés regresaba de su segundo «exilio».
En 1969 había acogido amablemente a Domenica Sportiva, y en una entrevista a un periódico había declarado que la RAI era como «un jet colosal conducido por un grupo de boy-scouts a los que les gusta jugar con los mandos».

Enzo Tortora
La idea de Portobello nació en 1977…

Era sin duda una frase muy bien fundada y absolutamente actual, pero había provocado la inevitable ira de la dirección.

Automáticamente, lo echaron, un castigo que no era nuevo para él, después de que en los años sesenta lo despidieran por permitir que Alighiero Noschese hiciera una imitación de Amintore Fanfani que los censores de la época consideraron ofensiva.

Portobello nació en 1977 de la idea de Enzo Tortora, su hermana Anna, Angelo Citterio, Adolfo Perani y Gigliola Barbieri.

En el centro del programa estaban la gente corriente y, en particular, la gente típica de las provincias italianas, con sus valores sencillos y su ingenuidad.

La presentación de «Campanile sera», junto con Mike Bongiorno y su frecuentación de los pueblos de las provincias italianas, fue sin duda una experiencia fundamental para Enzo Tortora.

Así nació la televisión de la verdad, un género que más tarde produciría numerosos clones, casi siempre demasiado patéticos y, sobre todo, lacrimógenos.

«Dove sei» y «Fiori d’arancio» fueron dos secciones fijas de Portobello.
Además de estas, el programa también se centraba en los inventores que se encontraban en los rincones más escondidos de las provincias italianas.

En cada episodio se presentaban numerosos inventos e ideas, algunos de ellos verdaderamente extravagantes y rayanos en la locura.

¿Cómo olvidar al hombre que quiso nivelar la colina del Turchino para crear una salida natural de la niebla en el valle del Po?

¿O el helado sin goteo?
¿O la papeleta electoral circular?



Tras la presentación de cada invento, estos estrambóticos personajes eran acompañados a estrechas cabinas, cada una de ellas equipada con un teléfono al que llegaban las ofertas — muchas veces completamente infundadas — de personas interesadas en los inventos.

Todo terminaba cuando Enzo Tortora pronunciaba la fatídica frase :

«¡El Big Ben ha dicho basta!».

Antes de que cada llamada llegara a los anunciantes, estaba el filtro de las famosas telefonistas encabezadas por «Su Suavidad» (según la definición de Enzo Tortora) Renée Longarini.

Hay que recordar que conseguir el papel de telefonista en el programa Portobello fue una gran plataforma de lanzamiento: de hecho, el papel de telefonista fue prerrogativa de figuras como Gabriella Carlucci, Eleonora Brigliadori y Susanna Messaggio.

Otro momento estelar del programa fue la entrada en el estudio del loro de Portobello y el invitado de turno que tenía la tarea de hacerle hablar.

Una hazaña que resultó cada vez más difícil de episodio en episodio y que solo consiguió la actriz Paola Borboni.
El premio ganado por la actriz se donó a obras benéficas y sirvió para pagar el tratamiento de cirugía estética al que se sometió un niño de Génova que sufría quemaduras en la cara.



En la presentación del programa, Enzo Tortora contó con la ayuda musical de Lino Patruno, quien, con su Portobello Jazz Band, se encargó de los interludios musicales entre una columna y la siguiente en un estilo jazzístico.

El éxito de Portobello fue arrollador desde el principio.
En 1977, año de su estreno, ocupó el décimo puesto entre los programas más vistos, con una audiencia media de unos 20 millones de telespectadores; en 1978 se situó en el segundo puesto, con 25 millones de telespectadores, y en 1979 alcanzó el primer puesto, con 25,1 millones de telespectadores.