octubre 9, 2024 El lado oscuro del ajedrez
El tablero de ajedrez es el Mundo.
Las piezas son los fenómenos del Universo.Las reglas del juego son lo que llamamos las leyes de la Naturaleza.
No sabemos quién está sentado frente a nosotros.Sabemos que juega con equidad, justicia y paciencia.
Pero también sabemos, por nuestra propia piel, que nunca nos perdona un error.Tampoco comete nunca la menor distracción…
El tablero y el juego del ajedrez. Los jugadores se equiparan al Demiurgo
A menudo se ha comparado el suelo del ajedrez con un tablero de ajedrez.
El juego del ajedrez se desarrolla sobre un tablero de 64 casillas : 32 blancas y 32 negras que se alternan para formar un conjunto de 8 líneas iguales y 8 columnas iguales.
Cada jugador dispone de 16 piezas :
1 Rey
1 Dama
2 Alfiles
2 Caballos
2 Torres
8 Peones
El número «64» representa el cuadrado de 8 cuyas casillas son tantas como el número de casillas del tablero de ajedrez.
El propio número 64 es el cubo de 4 y el cuadrado de 8.
El Cuaternario es el mundo formal con sus 4 elementos; el número «64» lo presenta a su 3ª potencia, es decir, en la plenitud de su expansión.
Las 64 casillas del tablero no se han colocado al azar : el juego del ajedrez simboliza la lucha del espíritu contra la materia, representada por los dos jugadores.
Las fuerzas presentes al principio son iguales :
El Rey es el espíritu que no puede desaparecer, que no puede destruirse, que no puede «ser tomado».
Sin embargo, al haber descendido a la materia, aprisionado en un cuerpo de carne, su poder se reduce y, aunque se mueve en todas direcciones, no puede alejarse de su punto de partida.La Dama es el alma que tiene las posibilidades más amplias en la materia, pero puede «ser tomada».
El Alfil es la mente superior, el Genio, que se mueve «en diagonal».
La Torre es la mente inferior, la Razón, que se mueve «perpendicularmente».
El Caballo es el mundo astral, la imaginación, que salta por encima de los obstáculos.
El Peón es el cuerpo físico, los sentidos, que puede engañarse a sí mismo y al que le está prohibido dar marcha atrás, es decir, le está prohibido negar la sensación.
Los jugadores, situados fuera del tablero, se equiparan al Demiurgo que, gobernando el mundo, está fuera del mundo.