enero 19, 2025 Reflexiones de una hereje
Desde luego, la escuela no reconoce las diferencias entre quienes están verdaderamente educados y preparados y quienes son semianalfabetos.
A todos los iguala.
El papel del profesor
Es importante darse cuenta de que ahora las escuelas pretenden enseñar a «desaprender» más que a «aprender», para lo cual someten primero a los niños y adolescentes a una intensa propaganda falsa con la que, por un lado, se pretende separarlos de sus padres y, por otro, «reciclarlos» fácilmente en el sistema sin que hagan demasiadas preguntas.
De hecho, muchos afirman que el papel de un profesor debería ser «formar» más que «enseñar».
Para «formar» hay que ser un modelo, al menos en parte, para ser creíble.
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Pero si pienso en mi pasado como estudiante, no es que entonces fuera tan diferente, sino todo lo contrario.
Estos son algunos de los «modelos» de profesores que tuve.
La primera profesora de literatura y latín que tuve era del Opus Dei.
Lo único que hacía en el colegio era decir que Dante tenía razón al meter a los homosexuales en el infierno y que cada Viernes Santo el cielo se oscurecía a la hora exacta en que Jesucristo había muerto.
Posteriormente, tuve un profesor de literatura y latín que era sacerdote laico durante muy poco tiempo.
Era un profesor muy malo en todos los sentidos.
Odiaba a los comunistas, pero le gustaban mucho las jovencitas.
Después, una profesora a la que le encantaba alardear de su estatus social.
Su matrimonio era más importante que su sueldo, por supuesto.
Siempre iba muy bien vestida, de diseño, enjoyada y con un bonito coche a clase.
Más tarde tuve una profesora de literatura y latín que solo pensaba en su carrera política (y de hecho lo consiguió, convirtiéndose más tarde en alcaldesa de una importante localidad del interior de Milán).
No paraba de hacer alarde de ello.
Por supuesto, no hacía nada para interesar a sus alumnos en las materias que enseñaba de forma desganada.
Un profesor de filosofía odiaba a priori a las chicas y a menudo les ponía malas notas, incluso cuando demostraban estar preparadas.
Sin embargo, atraía a los chicos (prefería a los rubios de ojos azules) a su piso para ver películas porno gay.
Al año siguiente, durante unas semanas, un profesor de Filosofía entró en clase, se sentó en su pupitre, dijo literalmente «no me toques los cojones» y luego abrió el periódico sin dejar de leerlo en todo el rato.
Por supuesto, era su segundo trabajo.
Y podría poner muchos otros ejemplos.
¿Qué estoy diciendo?
No estoy de acuerdo en absoluto con que un profesor deba ser un modelo para sus alumnos.
La educación y los valores deben transmitirse principalmente por parte de los padres (o tutores).
Un profesor no puede hacer más que proporcionar una preparación didáctica y enseñar a respetar las normas.
No puede (y nunca podrá) ocupar el lugar de una madre (o un padre) y convertirse en un modelo a seguir.
El verdadero problema son la ignorancia y la falta de profesionalidad de muchos docentes.
Esta situación desprestigia a toda la profesión.
La escuela no reconoce en absoluto las diferencias entre quienes están verdaderamente formados y preparados y quienes son semianalfabetos.
Empuja a todos hacia abajo.
Exactamente lo que el sistema educativo «moderno» quiere destruir cada vez más.
La meritocracia.