septiembre 25, 2024 MacroEcoAnemia
Todas las personas deben ser tratadas por igual.
El destino de todos los imperios. Evitar el colapso ya es imposible

Una civilización es próspera si todos se benefician.
Cuando, por el contrario, existe una oligarquía que detenta privilegios exclusivos, su declive (y su inevitable colapso final) ya está en marcha.
Para hacer del mundo un lugar mejor, no es necesario crear dogmas que limiten las opciones individuales.
Tampoco es necesario que las orienten hacia concepciones existenciales específicas.
Las reglas son obviamente necesarias para evitar la anarquía total.
No es necesario promulgar leyes que garanticen derechos particulares en favor de un grupo específico.
Todas las personas deben ser tratadas por igual.
Etnia, color de piel, creencia religiosa, sexo.
Siempre deben compartir derechos comunes de igualdad.
Evidentemente, no todo el mundo tiene las mismas capacidades.
O el mismo talento en el trabajo, en las artes o en las relaciones sociales.
Eso es siempre un don de Dios.
Lamentablemente, uno se topa muy a menudo con personas que tienen una concepción extraña del significado de «los demás».
De hecho, hay quienes, sin tener derecho a ello, les gusta insinuarse abusiva y prepotentemente en la vida de los demás.
Intentan condicionarlas según los cánones completamente arbitrarios de su propia filosofía.
A menudo sin corresponder a las necesidades de nadie más que a las suyas propias.
Todo el mundo debe tener derecho a cultivar sus talentos.
Sea cual sea la profesión elegida.
La verdadera libertad, además de innumerables otras cosas, también implica esto.
Y hacer determinadas elecciones no significa no respetar la libertad de los demás, sino ejercer la propia.
Se trata de ejercer la propia libertad.Cuando falta esta premisa básica en un país (o en una civilización), el capital humano (y financiero) se desplaza de inmediato a lugares más seguros.
Allí donde se respetan las condiciones de vida básicas.
De hecho, cuando cayó el Imperio romano, la mayor parte de la población ya había abandonado la capital.
Los impuestos excesivamente altos y la corrupción desmesurada habían llevado a la ciudad al colapso total.
Los imperios siempre se desmoronan al final de su existencia.
Los ejemplos históricos son innumerables.
Imperio romano, Imperio chino celeste, Imperio británico, Imperio otomano, Imperio austrohúngaro, Yugoslavia, Unión Soviética.
Esta vez le toca a la Unión Europea, Canadá, Australia…
Y, sobre todo, el de Estados Unidos.
Es el destino de todos los imperios.
Evitar el colapso ya es imposible.
Las metástasis ya se han extendido por todas partes.
Pero quizá aún estemos a tiempo de evitar la devastación total.