octubre 1, 2024 Erotismo de autor, Internet y vida virtual
Pero, ¿es realmente sana esta sexualidad?
Autismo tecnológico. ¿Es realmente sana esta sexualidad?
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La inmediatez con la que uno puede comunicarse, la libertad que uno puede expresar refugiándose en el anonimato y toda una serie de nuevas reglas nacidas y evolucionadas dentro del mundo virtual permiten hoy en día establecer nuevas relaciones, nuevas amistades e incluso nuevos amores, con formas, tiempos y lugares muy diferentes a los del mundo real.
Así, incluso las citas clásicas, aquellas que solían estar animadas por la ilusión del encuentro y la esperanza temblorosa, hoy parecen haberse quedado obsoletas, tanto como lo estaría un teléfono de disco giratorio comparado con un iPhone.
Es la Red la que parece haber asumido el papel de lugar indispensable para hacer nuevos conocidos, y son los adolescentes los que, más que nadie, parecen ser los primeros en ser incapaces de encontrar su identidad real si antes no es anticipada y filtrada por un perfil virtual correspondiente.
Además, cuando hablo de adolescentes, no me refiero necesariamente a los que aún no han alcanzado la mayoría de edad.
Una pregunta que me hago a menudo y para la que todavía no he encontrado una respuesta satisfactoria es si para enamorarse es más importante la relación física o la mental.
Sabiendo perfectamente que ambas condiciones son indispensables, me pregunto cómo algo tan totalmente inmaterial como la virtualidad puede sustituir al encuentro con el otro en términos tanto físicos como sensuales.
La atracción, al igual que la repulsión, no puede disociarse completamente de procesos bioquímicos en los que los sentidos tienen una importancia fundamental e indispensable, de modo que mirar a la persona que tienes delante, escuchar su voz, tocar su piel, oler su perfume y saborear su beso puede desencadenar toda esa revolución interior que se llama «enamoramiento».
Una revolución que, una vez activada, pone en marcha toda una serie de otros mecanismos que están en la base de la excitación y el deseo.
Además, el conocimiento del prójimo se compone también y sobre todo de todo lo que se nos comunica a través del lenguaje no verbal: gestos, tonos y modulaciones de voz, miradas que ocultan emociones, timidez, pudor, sencillez y curiosidad.
Y esta variada riqueza de sensaciones no puede atravesar la pantalla de un ordenador, por lo que, aunque en cierto modo pueda reproducirse adecuadamente mediante el lenguaje verbal y una buena capacidad para expresarse por escrito, no puede sustituir plenamente a la sensorialidad.
Las personas tímidas, las que son incapaces de mantener relaciones, las que tienen obstáculos emocionales en sus relaciones o están agobiadas por compromisos y limitaciones en la vida real que no les permiten satisfacer a diario su deseo interior de transgresión, suelen refugiarse en la red, donde encuentran en la identidad virtual una agradable realidad alternativa con la que expresar su personalidad más secreta y en el vídeo algo que desempeña una eficaz función protectora para asegurar su «yo real».
Así, la realidad virtual se convierte en una especie de lugar indispensable de refugio mental al que se traslada buena parte de la existencia, donde se encuentran los mejores amigos, los psicoterapeutas reconfortantes, los amantes apasionados y, a veces, incluso las figuras paternas sustitutas.
En este contexto, el erotismo y la sexualidad adquieren también una nueva consistencia, lo que conduce a una implicación mental sin límites que, sin embargo, resta importancia al propio cuerpo, a sus deseos y a sus verdaderas necesidades primarias, hasta el punto de abusar del uso cotidiano de las tecnologías de la información con la tranquilizadora prerrogativa de una soledad camuflada y de una satisfacción de los propios deseos según un esquema completamente distinto al trazado por Maslow en su pirámide.
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Así, hay quien olvida que tiene un cuerpo, altera su ciclo sueño-vigilia, reduce su sensación de hambre y saciedad, come delante del monitor o duerme con el ordenador encendido, lo que altera radicalmente su percepción del espacio y del paso del tiempo.
El espacio se convierte en un espacio virtual delimitado por los bordes de la pantalla y el tiempo se transforma en un tiempo virtual con características totalmente diferentes a las del mundo real.
Sin embargo, en lo que respecta específicamente a la esfera afectiva y erótica, ¿qué rasgos especiales caracterizan las relaciones amorosas nacidas en el mundo virtual?
Ciertamente, un rasgo distintivo es la inmediatez de las relaciones, su sencillez y la rapidez con que se producen, y, sobre todo, la ausencia total del cuerpo. Son relaciones que, por tanto, crecen en ausencia de intimidad corporal, sin perfumes, estados de ánimo, gustos, sin ansiedad de rendimiento ni necesidad de ponerse a prueba ante las exigencias de la pareja.
Se trata, por tanto, de un escenario caracterizado por una ausencia absoluta de inhibiciones y de pudor, por un acercamiento inmediato a las relaciones íntimas y por una implicación muy fuerte a nivel visual, todo ello desprovisto de mediaciones laboriosas.
Además, la posibilidad de adquirir una identidad sexual alternativa o, al menos, equívoca mediante el uso de apodos pertenecientes al sexo opuesto abre toda una serie de escenarios que ni siquiera serían concebibles en la vida real y que, en términos de intimidad, serían inaceptables.
Pero, ¿es realmente sana esta sexualidad?
¿Puede el erotismo beneficiarse de esta estimulación visual instantánea que ha sustituido por completo la fisicalidad y todo lo relacionado con el cuerpo, o solo sirve para calmar las profundas inseguridades, frustraciones y ansiedades de quienes no pueden relacionarse con el mundo exterior de la manera adecuada?
En la actualidad, los estudiosos del fenómeno consideran que la ausencia del aspecto físico y sensorial en el mundo virtual produce lo que se denomina «autismo tecnológico», es decir, un estado de soledad emocional que surge precisamente de la falta de encuentro físico con el otro.
Se trata de una sexualidad consumista, afectada por la bulimia, aprisionada en una linealidad centrada en la consecución del placer inmediato sin implicación emocional real y, sobre todo, desconectada del verdadero erotismo.